Ciclismo Internacional

Vingegaard, el mejor “chuparruedas” del mundo

Entre las aristas más interesantes que se desprenden del día en el gravel, está la batalla dialéctica. Es que Tadej Pogacar y Remco Evenepoel fueron críticos -y hasta agresivos- con Jonas Vingegaard, quien corrió claramente a la defensiva.

Pogacar, Vingegaard, Visma – Lease a Bike

Mientras que el esloveno y el belga se movieron al ataque, el danés -que siempre pudo ponerse a la estela de sus rivales- se rehusó a colaborar cuando habían abierto hueco y tenían la oportunidad de liquidar al resto de la general.

Y aunque a ojos del espectador los dos primeros fueron más amigables, la realidad es que aquí corren para ganar el Tour de France, no para agradar a alguien. Con eso en perspectiva, es evidente que en cada equipo tendrán su estrategia trazada, acorde a la situación del jefe de filas.

Si Jonas Vingegaard, que no llegó con la preparación ideal y apunta a crecer con el paso de los días, se limitó a neutralizar, es porque estaba como pez fuera del agua y tenía el día marcado como de supervivencia. De hecho, seguramente hubiera sido lo mismo en su versión de 2023, sano y a tope.

Era lógico, por otra parte, que Pogacar saliera a tensar, si es un clasicómano de excepción, de los mejores del mundo. También que Remco se fuera por delante considerando sus falencias técnicas, porque en Soudal la premisa era adelantarse como mejor defensa.

Desde esta redacción apreciamos más el ciclismo del hombre de UAE, pero eso no puede obnubilar nuestro juicio: no había razón alguna para que Jonas hiciera algo diferente a lo que hizo. Lo suyo, como escalador y convaleciente, era limitar daños.

Mucho más si no lo respetaron los pinchazos y hasta corrió en una bici que no era la suya, imposibilitado de cambiarla por temor a quedar fuera de juego.

Y si alguien trae a colación el Galibier, es más de lo mismo. Vinge es más diésel, mientras que Pogi es explosivo. Por genética, el campeón reinante del Tour es pasista y eso lo obliga -sólo contra el esloveno- a ir constantemente a rueda.

De ahí el injusto mote de chuparruedas que gran parte del ciclismo le adjudica por estas horas. Literalmente, lo es; y yo también lo sería si con eso me sobra para luego rematar a mi contrincante en un puerto o una contrarreloj. O incluso si el resto del año sus ataques prácticamente no encuentran rival cuesta arriba.

Entonces que le digan ruedero, que le faltaron huevos o que le tiene miedo a alguien. Dos Tours le avalan -y allí sí atacó- y, por ahora, está más que justificado su accionar si prácticamente se ha corrido en terreno de Pogacar y -teóricamente- en inferioridad física.

Veremos si el chuparruedas deja de serlo cuando encuentre su mejor condición en un par de semanas. Es una apuesta arriesgada, pero también lo era tomar la salida en la Grande Boucle y, nueve días después, sigue vigente y en zona de podio.

Eso sí, si el mosqueo de Tadej y Remco es cierto, quizás no haya camaradería más adelante. El de Visma se ganó dos cuentas de cobro que de seguro le caerán tarde o temprano, además de restar puntos de empatía, que no suman segundos pero sí abucheos en la montaña. Y golpes en el coche, como pasó el año anterior.

Pablo Palermo

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