Joao Almeida fue segundo en la Vuelta a España confirmando su increíble temporada. Pero también demostró regularidad e inteligencia táctica para correr, así como para reconocer dónde perdió la prueba. Es que apenas 1:16 lo separó de Jonas Vingegaard, pero de ese margen, 34 segundos fueron bonificaciones, mientras que en Valdezcaray, puerto muy accesible, la brecha fue de 24 segundos.
“La mayor diferencia fue en el puerto más fácil”
“La mayor diferencia fue en el puerto más sencillo”, dijo el ciclista portugués de 27 años a Jornal A Bola. “La etapa 9 debía ser, en teoría, manejable, pero resultó ser decisiva. Ese día, en pendientes tendidas, Vingegaard soltó a todos de rueda y llegó en solitario con su mayor brecha mano a mano. El luso no puso muchas excusas, aunque sí cargó contra sus compañeros por no echarle una mano. Por ese entonces, Ayuso y Vine estaban principalmente enfocados en ganar etapas y el líder quedaba aislado en las trepadas.
“Decidimos endurecer al máximo y pasó eso. Lo que demuestra que los corredores son los que definen las carreras y no los recorridos”, expresó el de UAE, haciendo alusión a que no se hizo tanto daño en puertos como Angliru o Lagos de Covadonga y si en las gentiles rampas de Valdezcaray. En ese sentido no es la primera vez que sucede y un caso notorio fue el de Fabio Aru dejando sin nada a Tom Dumoulin en rampas del 5% en la Sierra Madrileña. Es en ese tipo de montañas donde se pueden aplicar tácticas, no en las cuestas de cabra que la Vuelta tanto insiste en poner.
Un nuevo gallo en el corral
“Creo que podemos estar orgullosos de lo que hicimos estas tres semanas. Fue una Vuelta dura y extraña. Pero hicimos todo lo posible”, evaluó Joao, gregario de Tadej Pogacar como todos, pero ahora -junto a Del Toro- uno de los jefes de filas para rondas por etapas cuando el esloveno no esté presente. Es que su 2025 ha sido fantástico, pero si algo echaba en falta era ser candidato real a una grande, porque aquí fue el único que puso en aprietos a Vingegaard. En sus anteriores rondas del género, siempre regular y entre los primeros, nunca fue aspirante con opciones.