Por @amatiz12

La arrolladora evolución tecnológica ha tenido un impacto en el ciclismo, cambiando desde los métodos de entrenamiento, hasta el estilo con el que se corre. Es un suceso nocivo en varios aspectos, especialmente para los corredores que se adentran más profundamente en una gran atmósfera de presión. Al menos así lo visualiza Marc Madiot, director deportivo del Groupama-FDJ.

Foto: Matthieu de Martignac

Si el ciclismo por su naturaleza es, ya de por sí, un deporte que demanda a sus practicantes parecer unas máquinas, aunque no lo sean, día a día, los sumerge a una tensión donde el margen de error es mínimo y los pretextos para cometer un error de concentración o dosificación de fuerzas se disminuyen velozmente, debido al amplio abanico de herramientas que tienen para trabajar sobre ello.

Uno de esos utensilios es el pinganillo. Este ha generado controversia porque reduce el nivel de autonomía del pedalista para tomar decisiones en carrera, creando una dependencia de las instrucciones de sus directores para ejercer alguna acción. Sin embargo, también resulta contraproducente para el propio ciclista, que debe estar pendiente a cada rato de lo que se dice por ese medio, aumentando la fatiga mental y los umbrales de presión que debe sortear en cada etapa.

“Pinganillos… Lo siento, pero tenemos una sesión informativa antes de la carrera, no necesitamos intervenir cada tres segundos. Es una presión suplementaria y permanente sobre el corredor”, expresó Madiot, quien asimismo señala que es un material utilizado para transmitir esa necesidad de ganar y reducir riesgos, conllevando a dar orientaciones frecuentemente durante el certamen. “Hoy en día, en los coches del equipo, ya no puedes arriesgarte a perder, y eso aumenta la presión. Terminas diciéndoles a los ciclistas que tomen la rotonda de la izquierda o de la derecha, y ganarán cuatro posiciones. Así que puedes comprender cómo eso puede llegar a pesar en la mente de un ciclista”.

Actualmente todo está controlado, los corredores conocen sus números esenciales como los vatios, cadencia o frecuencia cardíaca, al igual que sus directores y demás miembros del equipo, que pueden diseñar distintas estrategias basados en eso para mejorar el rendimiento de sus pupilos.

El inconveniente recae en que el conocimiento detallado del rutero sobre esa información lo conduce a establecer una máxima atención en ella que engendra tres semblantes: caídas, miedo al descanso y más presión.

“Tienen sus narices enterradas en sus pantallas. Incluso hemos visto corredores caerse porque no estaban mirando lo que tenían frente a ellos”, mencionó el doble vencedor de la Paris-Roubaix en 1985 y 1991, recalcando a su vez el pavor de los ciclistas por dar una pausa. “Si les sugieres que se desconecten, no querrán hacerlo, porque le temen al vacío”.

Para solventar ese dilema, Marc propone algo sencillo, “Toma datos de los ciclistas, claro, pero mantenlos ocultos y no en vivo”, dijo con convicción.

El tema de esos datos ciclísticos no concluye ahí. Los nuevos tiempos y la aparición de las redes sociales ha empujado a muchos profesionales de la rama, a compartir las estadísticas de sus entrenamientos en sitios como Strava. Ya sea porque quieren implantar miedo en sus adversarios o por un menester oculto de mostrarle a los aficionados y a la prensa, su disciplina y mejoría con la preparación, el director de 61 años no comparte esa moda, más bien la nota innecesaria.

“Los ciclistas están en casa y no encuentran nada más que hacer que poner lo que han hecho en Strava, o mostrar su vida en Twitter o Instagram”, manifestó el oriundo de Renazé, quien añadió que manejaba las cosas de otra forma, “Tal vez soy un viejo tonto, pero en mi época no le contaba a todo el mundo lo que hacía en el entrenamiento, para sorprenderlos luego en las carreras”. Todo lo anterior, lo remolca a un pensamiento contundente “Lamento decirlo, pero estamos en el proceso de convertir a los ciclistas en robots”, afirmó tajantemente Madiot.

Él tampoco se niega al uso de todos estos instrumentos, ya que es una realidad dentro de esta era moderna. Lo cierto es que augura que en algún momento se recapacite sobre el tópico para tomar medidas, aunque cree que la UCI nunca dedicará tiempo para ello, “Por supuesto, soy como todos los demás. Si no lo fuera, sería un idiota y me quedaría atrás. Pero estoy diciendo que todo esto merece una verdadera reflexión, lo que nunca sucederá porque la UCI no lo liderará”, sentenció el director deportivo del Groupama.

Sin duda alguna, el adentramiento de la tecnología en el ciclismo siempre suscitará debates, pues hay quienes comparten sus beneficios, como aquellos que se enfatizan en sus desventajas y cuestionan la influencia que ha llegado a ostentar dentro de la práctica. Lo cierto es que, independientemente de si se está a favor o no, se debe reflexionar en los límites que tenga la tecnología, tanto para promover el espectáculo, como para contribuir a la estabilidad mental de los protagonistas y que tantos avances no los incrusten en una presión que no puedan manejar.

Alejandro Matiz

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2 pensamientos sobre “Convirtiendo ciclistas en robots

  1. Pinganillos y potenciómetros se han cargado el ciclismo. Ya no se ataca, no se sorprende, no se improvisa….No estoy en contra del pinganillo, pero conexión con radio vuelta para todos los equipos y para comunicar incidencias de carrera, peligros… Y los potenciómetros para entrenar o al menos sin datos en tiempo real en carrera. Ahora son más atractivas las clásicas, con situaciones de carrera que los equipos no pueden controlar que una carrera por etapas que van a ritmo en etapas llanas como en montaña. Una pena

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