¿Está el mejor Wiggins de regreso?
Por @pmpalermo
Imposible para un corredor que gana el Tour de Francia desaparecer como si nada de un año para otro y que la gente se olvide, ya que se trata de la carrera más importante del mundo y todo lo que allí sucede trasciende un modo especial y duradero.
En ese contexto, fue notoria la debacle de Bradley Wiggins en 2013, temporada en la que desde el inicio sucumbió frente a su pujante gregario Chris Froome, pero fundamentalmente, ante sus propios fantasmas.
Antes de seguir con el análisis, es conveniente recordar que Wiggins es un atleta maravilloso que se forjó a si mismo a su antojo, como pistard primero y vueltómano después, siempre gracias a una fuerza de voluntad increíble, esa que se quebró la campaña pasada tras años de esfuerzos para cumplir el objetivo máximo de vestir de amarillo en París.
Sacrificios, por si alguno no lo sabe, como los brutales entrenamientos a los que se sometió para perder peso y adaptarse al calor, tales como pedalear en un invernadero con estufas hasta desmayarse o llevar una dieta adecuada con la que pasó de 82 kilos en 2008 a los 69 actuales.
A este panorama hay que agregarle la complicada infancia que vivió y sus orígenes culturales, donde beber cerveza (en exceso es pésimo para un deportista) es casi obligatorio y, en el caso que nos atañe, un rasgo exacerbado debido a marcas indelebles de su atribulada niñez.
El esfuerzo para llegar a la cima fue mayor aún, sobre todo si se tienen en cuenta ventajas naturales de algunos de sus rivales como Valverde o Contador, corredores genéticamente favorecidos que no engordan un gramo aún de vacaciones y con un poder de recuperación anormal que los ayuda a rendir como pocos en las grandes vueltas.
Contra todo eso batalló el inglés y triunfó, pero su cabeza dijo basta y Froome hizo el resto, a punto tal que se escuchó en el ambiente que Wiggo estaba acabado, cuando lo que necesitaba era un descanso y nuevos retos.
Dicho y hecho, ya sin la monstruosa presión que cargó durante varias temporadas sobre sus hombros, hizo borrón y cuenta nueva, fijó otras metas y todo indica que el peculiar ciclista nacido en Gante y criado en Londres recuperó los bríos.
Es que los resultados, y sobre todo sus actuaciones, corroboran esta afirmación puesto que dijo que sería competitivo en París Roubaix y Tour de California y así fue: concluyó 9º en la adoquinada carrera, donde además fue vital para unir el grupo de Terpstra (a la postre ganador) con los ilustres escapados. Mientras que en el evento yankee arrasó en la crono, sacando un margen descomunal que le permitió dosificarse en las montañas, en las que igualmente se lo vio con un pedaleo fluido y una personalidad de capitán que se añoraba, controlando en primera persona para coronarse campeón.
De este modo, no es descabellado aseverar que Wiggo está de regreso, pero hay que hacer una salvedad y es que no ha vuelto para ganar otro Tour, algo que difícilmente pueda lograr porque no quiere prepararlo, sin olvidar también que Froome es ahora el capo en Sky y que ya no tiene lo necesario para batir a Quintana, Contador y compañía.
Sin embargo, lo que sí puede hacer es perseguir desafíos inéditos, más pequeños aunque no por ello poco importantes, como pueden ser vueltas de una semana o cronos de alta alcurnia, especialidad en la que sigue maravillando y que le puede dar muchas alegrías.
A los 34 años, con su legado a salvo y el relevo ya asentado, Wiggo puede comenzar a disfrutar de su profesión, algo que no hizo en su justa medida y que le brindará enormes satisfacciones puesto que su categoría todavía le otorga margen para ser competitivo al máximo nivel.
Si es así, el primer vencedor inglés de la Grande Bouclé aún tiene cuerda para dar un susto a la nueva generación e incluso decorar su célebre palmarés con algunos lauros más, como bien podría ser el Mundial contra reloj, cita donde ya fue 2º en dos ocasiones y que pondría un broche de oro a su notable trayectoria, que vive por estos días, una segunda juventud.